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ISSN 1989-4163

NUMERO 29 - ENERO 2012

Los Enamoramientos

Gabriel Rodríguez

Autor: Javier Marías. Alfaguara. 408 páginas. 19,50€

            Es probable que no haya en España ningún otro novelista que provoque reacciones tan divergentes como las que provoca Javier Marías: de un lado están los que le adoran, es más, los que le veneran como el supuesto heredero de la supuesta genialidad de Juan Benet; del otro, quienes le consideran un farsante angloaburrido, tal y como lo definió Umbral, aquellos que le tienen por epígono del supuestamente falsificador de la prosa Juan Benet. Imagino que sobra añadir que ambos bandos exageran. Es más, siempre he tenido la impresión de que ni siquiera es tan evidente el rastro que une, supuestamente, a los dos escritores madrileños, y que convierte en deudor, para bien o para mal, al más joven del ya fallecido.

            Los enamoramientos es la última novela publicada por Marías. Con ella regresa a las dimensiones habituales de la novela actual después de las mil seiscientas páginas de Tu rostro mañana. En Los enamoramientos Marías nos introduce en la mente de María Dolz, una mujer culta e independiente que trabaja en una editorial y que recuerda más de la cuenta a otros narradores de las novelas del autor. Tal vez ahí esté el punto flaco. En lugar de permitir voces diferentes en diferentes personajes, Marías impone a todos la misma voz, una demasiado similar a las de sus otras novelas (y también a la suya propia, o al menos a la que muestra como articulista).

            El principal problema que plantea ese coro de tesituras repetidas es que merma la credibilidad del personaje principal. En ocasiones nos parece leer al propio Marías sin la interposición de María Dolz, como si la creación de personajes se limitara a un mero ejercicio de ventriloquia.

            El personaje que mejor se zafa de esa monocromía y que sobresale por encima del conjunto, es, curiosamente, el único que corresponde (al menos, que sepamos) a una persona de carne y hueso. La breve aparición de Francisco Rico con su narración del atraco sufrido en un cajero es el momento más divertido de la novela.

            Hay que reconocer que, si pasamos por alto esa monocromía, el mecanismo funciona. Guste o no, la apuesta narrativa de Marías es siempre de altura. Los vericuetos del pensamiento se van ramificando y acaban tejiendo una red infinita, auténtica marca de la casa del autor. Y es esa red la que enriquece una trama que por otro lado es bien sencilla.

            Cabe preguntarse si ese modo de narrar, el viaje moroso por los laberintos de la conciencia, justifica la homogeneidad de voces narrativas; pero la respuesta a esa pregunta, me temo, viene ya dada según uno decida adscribirse a una u otra de las opiniones divergentes que siempre producen las novelas de Javier Marías.

Los enamoramientos

 

 

 

 

 

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